¿Sabés quién soy yo?
domingo, 6 de noviembre de 2011
sábado, 5 de noviembre de 2011
Historias de Concesionario (parte 1)
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GUGLEAME!
El vendedor me presenta a un cliente. Es un
señor mayor, un abuelo.
Después de cerrar la venta de un auto me
toca encargarme de los papeles. Me presentan como gestor, como administrativo o
como el encargado de los papeles. Saludo e invito con un café mientras me voy
enterando de cómo sería la operación. Puede ser un cero kilómetro, un usado,
puede haber un auto en parte de pago, y mil combinaciones más. A todos les
gustaría que comprar un auto fuese elegirlo, pagarlo y llevárselo como una
camisa, pero no. Ese tiempo entre la decisión y el posesión, lo manejo yo. No
todo el proceso depende de mi, pero la cara que dice que todavía no se pueden
llevar el auto o que hay alguna demora con la transferencia o el patentamiento,
es la mía. También soy quien pone precio a esa espera y quien la cobra. Salvo
que alguno sepa que viene con problemas de papeles y yo lo pueda resolver, no
tienden a caer simpáticas mis intervenciones. Soy la burocracia. Así que entro
en acción con mi mejor cara de tipo servicial y demostrando seguridad ante la
complejidad del proceder registral.
A este señor mayor era la segunda vez en mi
vida que lo veía. La primera vez, sin mediar presentación me había dicho que
estaba panzón para mi edad y le respondí justificando la panza con una vida
exitosa. La segunda vez la interacción fue mayor, escritorio de por medio.
-El señor acaba de comprar un cero
kilómetro –fue la introducción del vendedor.
-Muy bien –dije son una sonrisa y me senté.
-¿Sabe quién soy yo? – arrancó el abuelo de
alta gama.
-No. –contesté.
-Googleemé –propuso orgulloso.
Escribí su nombre completo en el navegador
de la computadora. El vendedor se quedó a ver los resultados de la búsqueda.
Entre los titulares se leía: Militar acusado del primer caso de apropiación
ilegal de bebés en La Pampa. Prófugo. Y se resaltaba su nombre y rango. Correjí
mi postura para encontrar la mirada del viejo detrás de la monitor. Me salió
un:
-¿Usted hizo esto?
-Es una mentira de la prensa, un invento
–apuró el abuelo- para la justicia yo no tengo ninguna causa.
-Ah, ¿y quién tiene razón?
El viejo me contó el caso como algo
consentido con la madre del bebé “entregado”. Se declaró inocente argumentando
que la criatura pasó a mejores manos y que fue feliz con su cambio de vida,
mientras la madre logró mantener su empleo doméstico.
-¿Usted fue Teniente Coronel? –traté de
buscar algo en que el viejo coincida con el artículo de internet.
-Si, retirado en el ochenta.
-Bueno –seguí- ¿ y por qué dicen esto acá?
-La prensa me juzga con mentiras. Ahora es
un tema de moda.
-Bueno, si usted obró bien, eso es lo que
importa. La prensa es jodida también.
-Sí –dijo sin perder la calma y ni el
orgullo.
Tratando de cortar el clima, puse un tono
muy agradable para decir:
-Yo soy zurdito –estábamos cara a cara- ¿me
va a venir a buscar?
-Nah, nosotros no matábamos zurdos,
matábamos a los que ponían bombas.
-Pero perseguían a los de izquierda.
-No – un “no” corto pero amable.
-Buscaban a los que les decían los yanquis
que había que buscar, ¿no?
-Para nada, nosotros sólo le hicimos caso a
los yanquis cuando nos vinieron a hablar de la droga. Lo demás lo manejábamos
nosotros con nuestra inteligencia.
Pensé por un segundo en hablarle de la
financiación yanqui a los golpes de estado en Sudamérica, pero mi trabajo no
era discutir con los clientes sino tratar de que sientan cómodos. Entonces
busqué la forma de no cambiar el tema de golpe, sino de encausarlo para un lado
más amigable. Pregunté:
-¿Conoció a Champion? –Nombré al único
militar de carrera con quien compartí algunos pasajes de mi adolescencia.
Veraneábamos juntos en Mar del Plata porque era el abuelo de una familia amiga.
Champion era mi pareja de truco en la playa. Él me elegía por mi suerte con las
cartas. Yo no lo veía como un militar retirado, era El Tata.
-Champion. –Repitió un nombre conocido.
-Si, Champion, no recuerdo cómo se llamaba.
-Champion fue mi superior en Toay.
-Ahhh. –solté exagerando un poco el alivio.
-Yo lo metí preso en el ‘55.
No supe qué decir y me puse de pie
agarrando un vaso vacio .
-Cuando nos sublevamos, él estaba en el
otro bando. Champion era fiel a Perón y yo siempre fui anti-peronista.
-Yo siempre lo vi como una muy buena
persona al Tata. –dije yendo a servirme agua.
Me esperó sentado.
-Todos los retirados somos buenas personas.
–Fueron sus últimas palabras antes de que pasáramos al tema papeles, mientras
yo pensaba en qué inventar para salir a fumar un cigarrillo.
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